Hablar de emprendimiento colectivo es hablar de economía social. Tantos años formando parte de la economía social andaluza hace que pueda hablar de ella desde muchas perspectivas, muchas reflexiones y muchas miradas, algunas de ellas incluso críticas con éste que considero mi sector, mi sitio, el lugar en el me gusta estar porque comparte mis valores y mi forma de entender el mundo.
Emprender en colectivo es una forma de vida, una forma de vida que deseas compartir con otras personas. Otras personas que comparten contigo tu propósito, tus objetivos. Personas más objetivos comunes es el inicio de un viaje a otra forma de hacer empresa más democrática, participativa, igualitaria y justa.
Emprender en colectivo es un proceso evolutivo que va del individuo al grupo y que para dar el paso final ha de fijar objetivos comunes y convertirse en equipo. Así, además de contrarrestar los riesgos y la soledad de emprender en solitario, nos permite complementar capacidades y recursos, compartir ideas, reforzar la red de contactos y compartir responsabilidades.
No hay duda de que es mejor ir de la mano de alguien que ir sola o solo por este camino del emprendimiento.
Una vez tengamos el equipo y el fin ya solo tendremos que elegir la fórmula jurídica que mejor se adapte a nosotros y a nuestro proyecto empresarial. Para ello, hay muchas variables que se barajan y que podemos tener en cuenta para seleccionar la mejor alternativa, pero para mí lo más importante es la esencia y los valores que haya detrás de esa forma de hacer empresa. Si hay un interés general (tanto económico como social), un interés colectivo, se aboga por la participación de las personas que integran el proyecto, si hay un compromiso con el desarrollo local, con la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, con la cohesión social, con la generación de empleo estable y de calidad, con la conciliación y la sostenibilidad… Entonces somos personas emprendedoras afines a los principios de la economía social.
Porque la Economía Social tiene en el centro a las personas.
Hay diferentes tipologías de empresas dentro de la Economía Social, pero sin duda, la madre de todas es el cooperativismo. Una cooperativa es una forma de organización empresarial donde las personas se constituyen en “régimen de libre adhesión y baja voluntaria, basada en la estructura y funcionamiento democráticos, para satisfacer conjuntamente necesidades e intereses socioeconómicos comunes, siempre con el propósito de mejorar la situación económica y social”.
No hay una forma jurídica buena o mala en sentido estricto, sino adecuadas a los valores de las personas que las componen y a la realidad y necesidades de cada proyecto empresarial.
Desde un enfoque inversionista*, el objetivo principal de una empresa es la rentabilidad de las aportaciones realizadas por los socios al capital social. Y, desde un enfoque social, el principal objetivo es la cooperación entre personas que aportan recursos económicos, formación, experiencia, conocimiento, etc. En la Economía Social, el capital y su rentabilidad son un instrumento más y un indicador del éxito del proyecto, pero no el objetivo principal.
Si pensamos en el desarrollo territorial, en ruralidad, en cohesión social, la contribución del cooperativismo y la economía social ha sido y sigue siendo de gran importancia para la creación de actividad económica, para la fijación de la población y sobre todo para la mejora de la calidad de vida de las personas de ese entorno.
El cooperativismo y la economía social son el mejor instrumento centrado en las personas, la sostenibilidad y el desarrollo local. Otra cosa, es que a veces haya personas que hagan un uso dañino, en detrimento del concepto, aprovechándose de lo colectivo y de lo social en beneficio de la individualidad y el capital, y desprestigiando este sector que, desde mi punto de vista y tal y como están las cosas, es tan necesario en esto tiempos que corren.
*Fuente: Manual de Emprendimiento Colectivo y Economía Social. Andalucía Emprende. Septiembre 2020
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